lunes, 12 de septiembre de 2022

 

miércoles, 31 de agosto de 2022

𝟚𝟠 𝕒𝕟𝕚𝕧𝕖𝕣𝕤𝕒𝕣𝕚𝕠 𝕕𝕖 𝕝𝕒 𝕞𝕦𝕖𝕣𝕥𝕖 𝕕𝕖 𝔽𝕣𝕒𝕟𝕔𝕚𝕤𝕔𝕠 𝕄𝕠𝕤𝕢𝕦𝕖𝕣𝕒 𝕊𝕒́𝕟𝕔𝕙𝕖𝕫

𝓓𝓮𝓭𝓲𝓬𝓪𝓻𝓮𝓶𝓸𝓼 𝓮𝓼𝓽𝓮 𝓫𝓵𝓸𝓰 𝓭𝓾𝓻𝓪𝓷𝓽𝓮 𝓮𝓵 𝓹𝓻𝓮𝓼𝓮𝓷𝓽𝓮 𝓶𝓮𝓼 𝓭𝓮 𝓪𝓰𝓸𝓼𝓽𝓸 𝓪 𝓶𝓸𝓼𝓽𝓻𝓪𝓻 𝓵𝓪𝓼 𝓮𝓷𝓼𝓮𝓷̃𝓪𝓷𝔃𝓪𝓼 𝔂 𝓿𝓲𝓰𝓮𝓷𝓬𝓲𝓪 𝓭𝓮𝓵 𝓹𝓮𝓷𝓼𝓪𝓶𝓲𝓮𝓷𝓽𝓸 𝓭𝓮 𝓕𝓻𝓪𝓷𝓬𝓲𝓼𝓬𝓸 𝓜𝓸𝓼𝓺𝓾𝓮𝓻𝓪 𝓢.


𝟏- 𝐈𝐧𝐟𝐚𝐧𝐭𝐢𝐥𝐢𝐬𝐦𝐨 𝐢𝐳𝐪𝐮𝐢𝐞𝐫𝐝𝐢𝐬𝐭𝐚, 𝐩𝐚𝐫𝐭𝐢𝐜𝐢𝐩𝐚𝐜𝐢𝐨́𝐧 𝐞𝐥𝐞𝐜𝐭𝐨𝐫𝐚𝐥 𝐲 𝐜𝐫𝐞𝐭𝐢𝐧𝐢𝐬𝐦𝐨 𝐩𝐚𝐫𝐥𝐚𝐦𝐞𝐧𝐭𝐚𝐫𝐢𝐨‧ 
𝟐-𝐂𝐚𝐫𝐚𝐜𝐭𝐞𝐫𝐢𝐳𝐚𝐜𝐢𝐨́𝐧 𝐝𝐞 𝐥𝐚 𝐬𝐨𝐜𝐢𝐞𝐝𝐚𝐝 𝐂𝐨𝐥𝐨𝐦𝐛𝐢𝐚𝐧𝐚 y 𝐜𝐥𝐚𝐬𝐞𝐬 𝐬𝐨𝐜𝐢𝐚𝐥𝐞𝐬 𝐞𝐧 𝐂𝐨𝐥𝐨𝐦𝐛𝐢𝐚 
𝟑- 𝐂𝐚𝐫𝐚𝐜𝐭𝐞𝐫𝐢𝐳𝐚𝐜𝐢𝐨́𝐧 𝐝𝐞𝐥 𝐏𝐚𝐫𝐭𝐢𝐝𝐨, 𝐝𝐞𝐥 𝐅𝐫𝐞𝐧𝐭𝐞 𝐔́𝐧𝐢𝐜𝐨 𝐲 𝐝𝐞 𝐥𝐚 𝐑𝐞𝐯𝐨𝐥𝐮𝐜𝐢𝐨́𝐧 𝐂𝐨𝐥𝐨𝐦𝐛𝐢𝐚𝐧𝐚 
𝟒- 𝐅𝐫𝐞𝐧𝐭𝐞 𝐦𝐮𝐧𝐝𝐢𝐚𝐥 𝐚𝐧𝐭𝐢𝐢𝐦𝐩𝐞𝐫𝐢𝐚𝐥𝐢𝐬𝐭𝐚‧ 
𝟓- 𝐆𝐮𝐞𝐫𝐫𝐚 𝐲 "𝐩𝐚𝐳" 
𝟔- 𝐂𝐨𝐧𝐬𝐭𝐢𝐭𝐮𝐜𝐢𝐨́𝐧 𝐝𝐞𝐥 𝟗𝟏 𝐲 𝐫𝐞𝐜𝐨𝐥𝐨𝐧𝐢𝐳𝐚𝐜𝐢𝐨́𝐧 𝐧𝐨𝐫𝐭𝐞𝐚𝐦𝐞𝐫𝐢𝐜𝐚𝐧𝐚

viernes, 26 de agosto de 2022

 

Enseñanzas y vigencia del pensamiento de Mosquera.

 GUERRA Y “PAZ”

 Tratemos de develar las razones por las que este gobierno centra todo su discurso en la “paz total”. ¿Acaso ya no se firmó una “paz” con Juan M. Santos en el año 2016?, otra en 1990 con el M-19 y otra con el gobierno de Betancur?, ¿acaso Santos -que ahora cogobierna con Petro- no recibió premio Nóbel por el acuerdo de paz con las Farc? Desde Belisario Betancur hasta hoy van 42 años manoseando las categorías de guerra y paz ¿por cuántos años más ese soporífico cuya presencia aparta a las masas de la lucha popular? Tal parece, la “paz total” esconde la cuasi convicción de Petro de no poder cumplir sus ofrecimientos de cambio; los colombianos entonces tendremos que avizorar de este Gobierno una pragmática dialéctica: un contenido económico antipopular y antinacional disimulado bajo un formato pacificador, montado, ese sí, con “bombos y platillos”. Ante el montón de promesas que no podrá cumplir, Petro se aferra dócil y flexible ante la horda delincuencial para que salve su cuatrienio del “derrumbe total”. En este punto, pertinente es recordarles a los petristas las enseñanzas del Maestro, “𝘠 𝘥𝘦𝘣𝘪𝘥𝘰 𝘢 𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘶𝘯𝘤𝘢 𝘣𝘳𝘪𝘭𝘭𝘢𝘳á 𝘣𝘢𝘫𝘰 𝘭𝘢𝘴 𝘢𝘥𝘮𝘪𝘯𝘪𝘴𝘵𝘳𝘢𝘤𝘪𝘰𝘯𝘦𝘴 𝘰𝘭𝘪𝘨á𝘳𝘲𝘶𝘪𝘤𝘢𝘴 𝘭𝘢 𝘵𝘢𝘯 𝘴𝘰𝘭𝘪𝘤𝘪𝘵𝘢𝘥𝘢 𝘫𝘶𝘴𝘵𝘪𝘤𝘪𝘢 𝘴𝘰𝘤𝘪𝘢𝘭, 𝘢 𝘲𝘶𝘦 𝘭𝘰𝘴 𝘱𝘳𝘰𝘣𝘭𝘦𝘮𝘢𝘴 𝘴𝘦 𝘢𝘨𝘶𝘥𝘪𝘻𝘢𝘳á𝘯 𝘦𝘯 𝘭𝘶𝘨𝘢𝘳 𝘥𝘦 𝘢𝘵𝘦𝘯𝘶𝘢𝘳𝘴𝘦, 𝘱𝘰𝘳 𝘮á𝘴 𝘪𝘯𝘤𝘪𝘦𝘯𝘴𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘴𝘦 𝘣𝘢𝘵𝘢 𝘢 𝘭𝘰𝘴 𝘥𝘦𝘮𝘢𝘨𝘰𝘨𝘰𝘴 𝘥𝘦 𝘵𝘶𝘳𝘯𝘰 𝘵𝘪𝘱𝘰 𝘉𝘦𝘭𝘪𝘴𝘢𝘳𝘪𝘰 𝘉𝘦𝘵𝘢𝘯𝘤𝘶𝘳, 𝘦𝘯𝘵𝘰𝘯𝘤𝘦𝘴, 𝘦𝘯 𝘤𝘰𝘯𝘴𝘦𝘤𝘶𝘦𝘯𝘤𝘪𝘢, 𝘵𝘢𝘮𝘱𝘰𝘤𝘰 𝘴𝘦 𝘰𝘣𝘵𝘦𝘯𝘥𝘳á 𝘭𝘢 "𝘱𝘢𝘻", 𝘤𝘰𝘮𝘰 𝘯𝘰 𝘩𝘢 𝘩𝘢𝘣𝘪𝘥𝘰 𝘨𝘶𝘦𝘳𝘳𝘢 𝘱𝘰𝘱𝘶𝘭𝘢𝘳, 𝘦𝘴 𝘥𝘦𝘤𝘪𝘳, 𝘤𝘰𝘯 𝘭𝘢 𝘱𝘢𝘳𝘵𝘪𝘤𝘪𝘱𝘢𝘤𝘪ó𝘯 𝘥𝘦𝘭 𝘱𝘶𝘦𝘣𝘭𝘰, 𝘱𝘰𝘳𝘲𝘶𝘦 𝘴𝘦 𝘱𝘢𝘳𝘵𝘦 𝘥𝘦 𝘱𝘳𝘦𝘮𝘪𝘴𝘢𝘴 𝘧𝘢𝘭𝘴𝘢𝘴, 𝘥𝘦 𝘦𝘯𝘵𝘦𝘭𝘦𝘲𝘶𝘪𝘢𝘴 "𝘪𝘻𝘲𝘶𝘪𝘦𝘳𝘥𝘪𝘴𝘵𝘢𝘴" 𝘺 𝘥𝘦𝘳𝘦𝘤𝘩𝘪𝘴𝘵𝘢𝘴”. En Resistencia Civil, Francisco Mosquera, Ni guerra, ni paz, 1983. Ni más ni menos: una es la guerra y muy distinta es la violencia, esta sí, contra las mayorías inermes, ejercida por minorías armadas -guerrillas, paramilitares, narcotraficantes, delincuencia común y fuerzas estatales-. Y como en Colombia no hay guerra, tampoco sueñen con paz.

 Ahora bien, la violencia, hoy extendida por todo el país, involucra a un sin número de bandas dispersas que, grandes o pequeñas, delinquen motivadas por el control, producción y comercio de estupefacientes, minería, contrabando y otros negocios ilícitos, es decir, en ellas no hay ideologías, política partidista ni aspiraciones de poder político o estatal, tratar con ellos es totalmente diferente a lo negociado en procesos pasados como el del gobierno de Santos ¿qué implica entonces? O ¿qué negociar? Y ¿a cambio de qué?: Negociar con ellas implica que dejen de producir y comerciar estupefacientes, que entreguen las armas, los cultivos, las mercancías, las minas, los corredores de tránsito y comercio ilícitos y delaten a posibles “herederos” del negocio; la pregunta es ¿qué puede el Gobierno ofrecerles a cambio, de tal manera que tantos delincuentes acepten tamaña exigencia? Si el Gobierno les ofrece la no extradición ¿los amos del Norte aceptarán? Si les ofrece otra JEP, impunidad o condenas simbólicas ¿se aguantarán las víctimas? ¿sobrevivirá el Gobierno a la controversia suscitada? Si les ofrece legalizar sus fortunas ¿cuántas otras fortunas querrán trato igualitario? En cualquier caso ¡qué se olvide el Gobierno de que podrá engañar al país montando un espectáculo de negociación para la entrega de los actuales cabecillas, dejando incólumes aquellos negocios que mañana continuarán con otros cabecillas y las mismas atrocidades!

 El amoroso, pacificador y suplicante discurso de posesión del Presidente el siete de agosto vaticinaba lo que, a menos de un mes, estamos observando, veamos algunas muestras: los tejemanejes en el parlamento controlado por el Pacto petrista muestran la natural e histórica sinvergüencería, mas la frágil unidad que avizora saltar en pedazos; el proyecto tributario se presentó sólo por la mitad de los $50 billones anunciados y se han notificado rebajas en la medida que los poderosos gremios reclaman (va quedando lo que al común le malafecta). La Ministra de Agricultura, ante los desposeídos que se atreven a tomar posesión de grandes fundos clama enérgicamente por la observancia de la Constitución y el respeto a la propiedad privada (los poderosos aplauden aliviados). Ante el mandatario español (que Petro, sumiso denomina Reino de España) quien advierte sobre la seguridad jurídica para poder hacer negocios, asiente con la cabeza. Las masacres ni los violentos paran, no obstante las banderas blancas de Petro, materializadas con purga de charreteras, visita a La Habana, desmonte de órdenes de captura, suspensión de bombardeos, suspensión del glifosato, etc. La delegación gringa inicialmente rechaza las sugerencias de Petro en materia de extradición y narcotráfico. La reforma laboral “favorable al asalariado” ya no va, por lo menos este año, los empleadores pusieron el grito en el cielo. Se anuncia venta de acciones de la nación (privatización) en empresas de energía. Ante las tragedias por inundaciones en la Mojana, implora (al mejor estilo papal) a los grandes latifundistas para que paguen impuestos en especie (tierras). Y, tratando de súplicas, el Minhacienda se va a los Estados Unidos a “hablar" con las calificadoras de riesgo Fitch, Standard & Poor’s y Moody’s; no se puede esconder el carácter neocolonial ante USA de nuestra sociedad que, como lo enseñara Mosquera, sólo puede superarse mediante la revolución de nueva democracia, nunca en “ancas de unas elecciones”.

 Como se avecinan cuatro largos años de farragosas y aburridoras negociaciones con los elenos, citemos al camarada Mosquera cuando se refirió al proceso de paz belisarista “𝘕𝘰𝘴𝘰𝘵𝘳𝘰𝘴 𝘴𝘪𝘮𝘱𝘭𝘦𝘮𝘦𝘯𝘵𝘦 𝘦𝘴𝘱𝘦𝘳𝘢𝘮𝘰𝘴, 𝘱𝘳𝘪𝘮𝘦𝘳𝘰, 𝘲𝘶𝘦 𝘢 𝘭𝘢 𝘱𝘰𝘴𝘵𝘳𝘦 𝘴𝘢𝘭𝘨𝘢𝘯 𝘧𝘢𝘷𝘰𝘳𝘦𝘤𝘪𝘥𝘰𝘴 𝘶𝘯𝘰𝘴 𝘮é𝘵𝘰𝘥𝘰𝘴 𝘺 𝘶𝘯𝘢 𝘵á𝘤𝘵𝘪𝘤𝘢 𝘳𝘦𝘷𝘰𝘭𝘶𝘤𝘪𝘰𝘯𝘢𝘳𝘪𝘰𝘴 𝘺 𝘤𝘰𝘳𝘳𝘦𝘤𝘵𝘰𝘴, 𝘺, 𝘴𝘦𝘨𝘶𝘯𝘥𝘰, 𝘲𝘶𝘦 𝘦𝘯 𝘯𝘪𝘯𝘨ú𝘯 𝘮𝘰𝘮𝘦𝘯𝘵𝘰 𝘥𝘪𝘤𝘩𝘢 𝘨𝘦𝘴𝘵𝘪ó𝘯 𝘴𝘪𝘳𝘷𝘢 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘰𝘤𝘶𝘭𝘵𝘢𝘳 𝘢ú𝘯 𝘮á𝘴 𝘭𝘢 í𝘯𝘥𝘰𝘭𝘦 𝘢𝘯𝘵𝘪𝘯𝘢𝘤𝘪𝘰𝘯𝘢𝘭 𝘺 𝘢𝘯𝘵𝘪𝘱𝘰𝘱𝘶𝘭𝘢𝘳 𝘥𝘦 𝘭𝘰𝘴 𝘯𝘶𝘦𝘷𝘰𝘴 𝘢𝘥𝘮𝘪𝘯𝘪𝘴𝘵𝘳𝘢𝘥𝘰𝘳𝘦𝘴 𝘥𝘦 𝘭𝘢 𝘷𝘦𝘵𝘶𝘴𝘵𝘢 𝘳𝘦𝘱ú𝘣𝘭𝘪𝘤𝘢”. Francisco Mosquera, Resistencia Civil, Ni guerra, ni paz, 1983.

 Nota: no se escriben las fuentes, porque todo está fresquito en la prensa y de boca de los protagonistas.

 Adenda: un Presidente despistado. Gustavo Petro, en ocasiones se porta como si el siete de agosto hubiese ingresado a una sociedad comunista y, entonces, quiere que los policías y reclutas puedan convertirse en generales; que no haya clubes ni comedores de oficiales y suboficiales, que todos almuercen en los humildes mesones de los soldados, que la Casa de Nariño sea la “casa de todos”; que las amas de casa reciban salario…; Pero no escarmienta, cuando al día siguiente se estrella con la realidad de toda sociedad dividida en clases.

miércoles, 24 de agosto de 2022

 𝐂𝐚𝐫𝐚𝐜𝐭𝐞𝐫𝐢𝐳𝐚𝐜𝐢𝐨́𝐧 𝐝𝐞𝐥 𝐏𝐚𝐫𝐭𝐢𝐝𝐨, 𝐝𝐞𝐥 𝐅𝐫𝐞𝐧𝐭𝐞 𝐔́𝐧𝐢𝐜𝐨 𝐲 𝐝𝐞 𝐥𝐚 𝐑𝐞𝐯𝐨𝐥𝐮𝐜𝐢𝐨́𝐧 𝐂𝐨𝐥𝐨𝐦𝐛𝐢𝐚𝐧𝐚

“la tarea principal del momento es concentrar esfuerzos en la construcción y fortalecimiento del partido del proletariado de Colombia, capaz de convertirse en el estado mayor de la revolución colombiana”. Francisco Mosquera S.

http://moircosmos.org/cuestiones-fudamentales-revoluci%C3%B3n-colombiana.html

 

Partidos y dirigentes arrastran sin pudor a las masas tras las “mieles” del ganador de turno en la Casa de Nariño.

Oscuro panorama se cierne, por ahora, ante la ausencia de organizaciones y líderes capaces de discernir la continuidad que, en materia sustancial para Colombia, encarna el nuevo primer mandatario y su gran coalición. Gustavo Petro resultó maestro de maestros a la hora de forjar ilusiones con su retórica cuasi veraz. ¡Cómo se siente la ausencia de un partido revolucionario! que como el de Mosquera, aunque pequeño, en su momento pudo brindar claridad en los escenarios que tuvo a su alcance, sobre gobiernos tan demagógicos -tipo Belisario Betancur (1980-1984)- ante el que también sucumbiera la mayoría de dirigentes, populares unos y no tan populares, otros.

Ahora bien, resulta trágico cómico ver los partidos políticos a partir de la Constitución del 91. Antes, habría media docena de partidos: los tres tradicionales (liberal, conservador y comunista), el MOIR y otros pequeños de bajo perfil. Bajo imposición neoliberal y aprobada esa Carta aparecieron algo más de 70 agrupaciones; López Michelsen ya se había referido al fenómeno como “operación avispa”, por la cual cada jefecillo monta su “partido” personalizado, con el que compite por personería jurídica y dádivas oficiales, curules, burocracia y lisonjas. La Constitución del 91 en su traza más demagógica creó el reinado de las minorías; con el señuelo de la democracia participativa, se crearon partidos a granel “para empoderar” a las minorías (indígenas, negritudes, ambientalistas…) contraviniendo uno de los pilares de la democracia cual es el que la minoría se somete a la mayoría.

Mosquera, en cambio, al mejor estilo de Lenin, vivió para la construcción del partido del proletariado como clase dirigente del resto de clases sojuzgadas por el imperialismo y sus lacayos la gran burguesía y los terratenientes, mismos que continúan aún hoy usufructuando del atrasado país que forjaron a lo largo de la centuria precedente. Veamos apartes de los estatutos del partido de Mosquera: “El Partido del Trabajo de Colombia es un partido de la clase obrera. Su misión fundamental consiste en dirigir la lucha de clases del proletariado colombiano por su emancipación definitiva, instaurar el socialismo y realizar el comunismo. Defiende los intereses del pueblo y de la nación colombiana y su objetivo inmediato es la revolución de nueva democracia… “El Partido aplica el marxismo leninismo pensamiento Mao Tsetung a las condiciones concretas de Colombia, teniendo en cuenta y confrontando críticamente la experiencia universal del proletariado” … “Esta revolución desarrolla la lucha de clases del proletariado, resuelve los problemas de la liberación nacional del yugo imperialista, de la eliminación del régimen de explotación terrateniente y de la construcción de una economía independiente y próspera, implanta una serie de reformas democráticas y sienta las bases para el socialismo” … “El Partido del Trabajo de Colombia, consecuente con el internacionalismo proletario, apoya a los países socialistas y al proletariado mundial, apoya a los movimientos de liberación nacional de Asia, África y América Latina y las luchas revolucionarias de todos los pueblos, la unidad del Partido es indispensable para el cumplimiento de sus tareas históricas, la unidad se conserva sobre la base del centralismo democrático que exige el respeto a la democracia y a la dirección centralizada…”.  En ausencia de tales propiedades, talvez se encuentren las causas por las que los partidos políticos en Colombia sean hoy los entes más desacreditados entre las mayorías laboriosas. Y, por la misma razón, debemos reivindicar aquellas características con las que los revolucionarios han de ganarse la confianza popular.  

Parecido acontece con el Frente Único de liberación nacional, leamos a Mosquera (resaltado nuestro): “... Son las masas populares en última instancia el factor determinante de toda revolución. Por lo tanto, la dirección revolucionaria debe vincularse a las masas, debe saber su estado de ánimo, su moral de combate, la real correlación de fuerzas y plantear tareas tácticas que correspondan a esas situaciones. El proceso de la revolución es ir desarrollando luchas, desde las más simples y aisladas hasta las más elevadas y coordinadas. En ese proceso, las masas van adquiriendo conciencia y los revolucionarios se van fusionando a las masas…” “…Nuestra revolución en la etapa actual, no obstante ser nacional y democrática, a pesar de no ser socialista, sólo puede ser capitaneada por el proletariado y es una revolución que le sirve fundamentalmente a la clase obrera. El hecho de que en la revolución colombiana pueda participar hasta la burguesía nacional que tiene contradicciones con el imperialismo y que el proletariado deba buscar la alianza con esa burguesía, no significa que el proletariado pase a ser la cola de ningún sector burgués ni que adopte las concepciones y los puntos de vista de éste…” “… Es decir, democrático-burguesa, porque las transformaciones que hace la revolución son fundamentalmente dos: la liberación nacional del yugo del imperialismo yanqui y la eliminación de la explotación terrateniente. Al lograr estas dos transformaciones se abre paso al resto de cambios democráticos que exigen las masas populares …” *.

El inquilino de turno, a quien amañada o erróneamente, califican de izquierdista, plantea todo al revés, con lo cual es un engaño. En su discurso de posesión el 7 de agosto pasado, sugiere “humildemente" que, para poder gobernar, necesita esta clase de ayudas: a la humanidad, a la ONU, al FMI, a los Estados Unidos y al Papa. Al igual que Simón Bolívar quien, minimizando, desconfiando y denigrando de las clases con las que conquistó la independencia, propuso poner la Gran Colombia bajo protectorado del imperio inglés, Petro tampoco confía en las huestes populares ni el campesinado (a todos los trata como discapacitados y necesitados de un padre bonachón que repartirá subsidios y mejoras) tampoco confía en su clase, la pequeña burguesía  y clama comprensión y ayuda precisamente a quienes, el pueblo, habrá de combatir y expulsar de la patria, al FMI, al imperialismo norteamericano y a las clases vendepatria. Aterricen señores petristas, en nuestra ayuda no vendrán el imperio ni sus órganos agiotistas ni las agencias multilaterales (ONU, OEA…) ni los tribunales supranacionales (CIDH, Escazú...) por el contrario, nuestro futuro libre y soberano depende del proletariado a la cabeza del campesinado, de la pequeña burguesía y de la misma burguesía nacional antiimperialista.

Adenda: Diferencia determinante: en el Pacto Histórico caben todos los que avalen el mentado “progresismo” y las medidas petristas. Mientras que al Frente Único de Liberación Nacional sólo pueden pertenecer las clases, sectores y personalidades comprometidas contra el imperialismo y contra sus súbditos e intermediarios: la gran burguesía y los grandes terratenientes.

* Unidad y Combate, Francisco Mosquera, Prólogo, Estrategia y táctica del Moir. 1) Cuestiones fundamentales de la Revolución Colombiana. 2) Concepción marxista del problema agrario.

miércoles, 17 de agosto de 2022

 𝐂𝐚𝐫𝐚𝐜𝐭𝐞𝐫𝐢𝐳𝐚𝐜𝐢𝐨́𝐧 𝐝𝐞 𝐥𝐚 𝐬𝐨𝐜𝐢𝐞𝐝𝐚𝐝 𝐂𝐨𝐥𝐨𝐦𝐛𝐢𝐚𝐧𝐚, 𝐜𝐥𝐚𝐬𝐞𝐬 𝐬𝐨𝐜𝐢𝐚𝐥𝐞𝐬 𝐞𝐧 𝐂𝐨𝐥𝐨𝐦𝐛𝐢𝐚

 Al señalarse las relaciones neocoloniales y semifeudales se da por sentado un grado definido de desarrollo capitalista, en términos relativos, de Colombia. Empero la constante ha sido la de que el capitalismo nacional permaneció siempre raquítico y enano, y bajo aquellas relaciones su suerte está echada. Y lo está de manera absoluta, ya que estas naciones atrasadas y sojuzgadas de la era imperialista no fueron, no son y no serán países capitalistas en el sentido estricto de la palabra, verbigracia, de acuerdo con el arquetipo europeo o norteamericano” Concepción marxista del problema agrario, Francisco Mosquera S.  https://www.marxists.org/espanol/mosquera/2009/unidad-y-combate.pdf

Se podría traer citas varias como esta en las que Mosquera muestra y demuestra 𝓵𝓪 𝓬𝓪𝓻𝓪𝓬𝓽𝓮𝓻𝓲́𝓼𝓽𝓲𝓬𝓪 𝓼𝓮𝓶𝓲𝓯𝓮𝓾𝓭𝓪𝓵 𝔂 𝓷𝓮𝓸𝓬𝓸𝓵𝓸𝓷𝓲𝓪𝓵 𝓭𝓮 𝓵𝓪 𝓼𝓸𝓬𝓲𝓮𝓭𝓪𝓭 𝓬𝓸𝓵𝓸𝓶𝓫𝓲𝓪𝓷𝓪, la primera por la concentración de la propiedad rural en pocas manos ociosas y, las relaciones feudales y atrasadas de producción, la segunda por el bajo desarrollo del capitalismo en la ciudad y el campo debido a las trabas impuestas por las clases dominantes intermediarias de las grandes compañías internacionales.

Después de Mosquera ha “corrido mucha agua bajo el puente”, varios fenómenos se han dado al interior del país, de su composición de clases y los intereses de clase, particularmente a partir del colapso soviético que empujó a los USA a proponerse como potencia hegemónica, lanzando su recolonización sobre Colombia en particular y sobre América en general. Se vieron cambios, entre muchos, en la demografía, la composición económica y la dinámica política. La población rural colombiana que en la década del 70 era cerca del 70% de la población total, hoy, escasamente es del 25% aunque en términos absolutos es más numerosa (12.220.784 millones de personas de un total nacional de 51.609.474, según proyección a 2022, censo 2018). Se acentuó la concentración de la propiedad de la tierra a consecuencia de los fenómenos de guerrilla, paramilitarismo y narcotráfico https://www.semana.com/impacto/articulo/concentracion-de-la-tierra-en-colombia-el-1-por-ciento-de-las-fincas-mas-grandes-ocupan-el-81-por-ciento-de-la-tierra/40882/ ; el atraso en el campo es visceral. La informalidad económica y laboral en la ciudad se ha disparado, la producción industrial se ha rezagado aún más. Digamos que las relaciones feudales en el campo han mermado, sin que el capitalismo desarrollara avances comparables, por ese motivo, en cambio, se “fortalecen” las relaciones precapitalistas y artesanales. La población abandona los campos y las ciudades los “acogen” pero sin soluciones económicas avanzadas, creando cordones de miseria y violencia sin control.

Partiendo de la proyección a 2022 del censo mencionado, encontramos que hoy los campesinos pobres son más de la mitad y los pequeños y medianos algo menos de la mitad del campesinado total. La pequeña burguesía de la ciudad (vendedores informales, pequeños comerciante, desempleados y estudiantes mayores de 15 años) sumados a la pequeña burguesía rural totaliza algo más de 16 millones, configurando a esta como la clase más numerosa del país.

Por su parte, la gran burguesía parasitaria y los grandes terratenientes, intermediarios del imperialismo norteamericano han concentrado su dominio sometiendo al aparato productivo nacional y a los trabajadores mediante la maquinaria financiera, los servicios y la contratación estatal que los enriquece más; el sometimiento de la pandilla de turno gobernando en Casa de Nariño a los ucases del Norte y a las imposiciones de los organismo multilaterales no disminuye, no obstante, el pleno declive que anuncia el colapso de la hegemonía norteamericana y el surgir y esparcimiento global de otras economías como la china.

Bajo estas condiciones y operados estos cambios, las relaciones precapitalistas en la ciudad sigue predominando y, en el campo, aunque en ausencia de algunas relaciones feudales (aparcería, por ej.), la concentración de la propiedad rural, el latifundio ocioso- especulativo y el atraso en las faenas productivas del minifundio, la sociedad colombiana se sigue caracterizando como semifeudal y neocolonial, tal como Francisco Mosquera hace 50 años la definiera. 𝘼𝙦𝙪𝙚𝙡𝙡𝙤 𝙙𝙚 𝙦𝙪𝙚 𝙚𝙡 𝙥𝙖𝙞́𝙨 𝙚𝙨 𝙘𝙖𝙥𝙞𝙩𝙖𝙡𝙞𝙨𝙩𝙖, 𝙖𝙪𝙣𝙦𝙪𝙚 𝙨𝙚𝙖 𝙡𝙖 𝙤𝙥𝙞𝙣𝙞𝙤́𝙣 𝙢𝙖𝙮𝙤𝙧𝙞𝙩𝙖𝙧𝙞𝙖𝙢𝙚𝙣𝙩𝙚 𝙙𝙞𝙛𝙪𝙣𝙙𝙞𝙙𝙖, 𝙣𝙤 𝙙𝙚𝙟𝙖 𝙙𝙚 𝙨𝙚𝙧 𝙪𝙣 𝙚𝙭𝙖𝙗𝙧𝙪𝙥𝙩𝙤 𝙨𝙞𝙣 𝙨𝙪𝙨𝙩𝙚𝙣𝙩𝙤 𝙘𝙞𝙚𝙣𝙩𝙞́𝙛𝙞𝙘𝙤 𝙮 𝙚𝙣 𝙘𝙖𝙢𝙗𝙞𝙤 𝙥𝙚𝙧𝙟𝙪𝙙𝙞𝙘𝙞𝙖𝙡 𝙖 𝙡𝙖 𝙝𝙤𝙧𝙖 𝙙𝙚 𝙙𝙚𝙛𝙞𝙣𝙞𝙧 𝙚𝙡 𝙦𝙪𝙚𝙝𝙖𝙘𝙚𝙧 𝙙𝙚 𝙡𝙖𝙨 𝙘𝙡𝙖𝙨𝙚𝙨 𝙮 𝙥𝙖𝙧𝙩𝙞𝙙𝙤𝙨 𝙥𝙧𝙚𝙤𝙘𝙪𝙥𝙖𝙙𝙖𝙨 𝙥𝙤𝙧 𝙚𝙡 𝙛𝙪𝙩𝙪𝙧𝙤 𝙣𝙖𝙘𝙞𝙤𝙣𝙖𝙡.

Pretender desarrollar el capitalismo a la manera del gobierno recién posesionado, es utópico, demagógico y ahistórico. 𝙇𝙖 𝙗𝙪𝙧𝙜𝙪𝙚𝙨𝙞́𝙖 𝙣𝙖𝙘𝙞𝙤𝙣𝙖𝙡 𝙮 𝙡𝙖 𝙥𝙚𝙦𝙪𝙚𝙣̃𝙖 𝙗𝙪𝙧𝙜𝙪𝙚𝙨𝙞́𝙖, 𝙖𝙪𝙣𝙦𝙪𝙚 𝙥𝙪𝙚𝙙𝙚𝙣 𝙝𝙖𝙘𝙚𝙧 𝙖𝙥𝙤𝙧𝙩𝙚𝙨 𝙖𝙡 𝙥𝙧𝙤𝙜𝙧𝙚𝙨𝙤 𝙘𝙤𝙡𝙤𝙢𝙗𝙞𝙖𝙣𝙤, ya les pasó su “cuarto de hora”, no podrán liderar el avance de las fuerzas productivas y sacar al país del atraso ni de la sumisión a la potencia hegemónica. Para ello se necesita que el proletariado, a la cabeza del resto de clases antiimperialistas, tome la senda de la revolución despojando del poder e influencia a la gran burguesía y terratenientes y construya la sociedad de nueva democracia en marcha al socialismo

miércoles, 3 de agosto de 2022

 

Enseñanzas y vigencia de Mosquera,

Extremismo izquierdista, participación electoral, cretinismo parlamentario.

Al día de hoy, se volvió normal, que todas las fuerzas, políticos o no, participen en elecciones; pero en la década del 60 del pasado siglo, los grupos revolucionarios -que, para entonces, sí existían- consideraban válida sólo la lucha armada y censuraban como traición a sus ideales la participación electoral. En ese contexto es que aparece Francisco Mosquera para dar el debate y bregar por la construcción de un partido auténticamente marxista leninista que, con la orientación de los maestros del proletariado, asumiera las acciones necesarias para la lucha política entre ellas la vinculación a las masas (obreros, estudiantes, campesinos, intelectuales) y la participación electoral. Por encima de críticas y amenazas, decide en 1972 participar en las elecciones con el MOIR recién separado del MOEC.  Pero, Mosquera igual previno sobre la posibilidad de que la campaña electoral izquierdista no fuese utilizada revolucionariamente y se convirtiera en una campaña de ilusiones sobre supuestas bondades de la institucionalidad parlamentaria burguesa. Previsiones proféticas, si constatamos que ya hace más de 30 años, solo existen en Colombia agrupaciones que van a elecciones preocupados meramente por la obtención de curules, burocracia y manejo de presupuestos. La izquierda, que hace años dejó de serlo, abrazó ese perfil del cretinismo parlamentario y, como la vieja derecha, se dedicó a prometer y prometer para obtener votos sin los que, la opinión y el propio régimen, los daría por inexistentes y sin las dádivas derivadas de una personería jurídica ¡qué horror ¡

Veamos sus enseñanzas en este apartado del editorial de Tribuna Roja No 4, enero de 1972: Con la presencia del MOIR en las próximas elecciones, el proletariado, por primera vez, expondrá frente a las otras clases sus soluciones políticas durante un debate electoral. Los partidos liberal y conservador, aun cuando divididos, debilitados y aislados, van a ofrecer sus baratijas. Van a defender sus proyectos de mayor recorte de los derechos democráticos de la clase obrera; van a hacerle propaganda a los llamados planes de desarrollo que dan más garantías a los monopolios yanquis para sus inversiones y saqueo de nuestro país, como el Pacto Andino, los Fondos Regionales de Desarrollo, las reformas fiscales, etc., van a tratar de embaucar al campesinado con la reforma agraria proterrateniente; van a presentar la contrarreforma universitaria como un cambio «democrático» y «nacionalista». Todo esto en un intento inútil por unificar las filas de la reacción y por salvar la desahuciada alianza burgués-terrateniente proimperialista”.

“El Partido difundirá y explicará entre las masas sus programas y políticas durante el debate electoral, precisando las diferencias antagónicas con los partidos reaccionarios y con el oportunismo. Armará a las masas con las soluciones revolucionarias sobre los problemas fundamentales de la liberación nacional; la revolución agraria; la cultura nacional, científica y de masas; los derechos democráticos del proletariado y del pueblo en general y todas las demás reivindicaciones sentidas y exigidas por las masas”.

“En el debate electoral el Partido educará a las masas con sus consignas estratégicas de la creación de un partido revolucionario, de un frente único antiimperialista y de la necesidad de los instrumentos de poder real que le permitan al pueblo librar la lucha más elevada por la liberación nacional. En esta campaña el Partido ganará amigos, efectuará alianzas con clases, fuerzas y agrupaciones políticas que hacen parte del gigantesco frente antiimperialista. Lo más importante será que los sectores avanzados del proletariado podrán llegar masivamente a las zonas rurales para explicarle al campesinado que la clase obrera es su más íntimo aliado y que con su apoyo y dirección coronará con éxito la revolución agraria. Lograremos lo anterior si concentramos los esfuerzos en la campaña electoral y aplicamos una política unitaria, de acercamiento y persuasión con organizaciones y personas progresistas y revolucionarias

Ahora, escuchemos al camarada Iván Toro López (memoria eterna) quien se pronunciaba así ante el auditorio que conmemoraba el 10° aniversario de la muerte de Mosquera: “Cuando en 1972, Mosquera rompió definitivamente con el cascarón extremo izquierdista, al decretar la participación en las elecciones señaló, clara y rotundamente, que la incursión de los revolucionarios en las bregas comiciales y las curules que en ellas se alcancen, se deben utilizar para aprovechar ese amañado y reducido escenario, en procura de difundir las nuevas ideas y denunciar las tropelías del régimen y no para tejer ilusiones sobre la posibilidad de acceder al poder en virtud de unos sufragios. Se trata solamente de un medio, más no un fin, que permite espaciar las ideas revolucionarias y apisonar los cimientes de un Frente Único, puesto que las profundas transformaciones que requiere la dolida nación no serán el fruto de las gestiones y los trámites que se fraguan en el Parlamento, sino de la más portentosa gesta revolucionaria”

Al día de hoy, estas enseñanzas de Mosquera fueron totalmente olvidadas y tergiversadas hasta por sus propios “sucesores” y no deja duda que nada de lo que hacen, ofrecen y promueven en campaña electoral los supuestos izquierdistas resulta ser una versión más de las viejas mañanas de la coalición liberal conservadora con las que en aquellas calendas engañaban a las masas. Por lo mismo, no pueden los trabajadores y el pueblo hacerse ilusiones con las promesas de quienes cada cuatro año se presentan para resolver los inveterados problemas. Igual del parlamento burgués que tan entusiasta aparece hoy en franca gran coalición para arremeter contra el bolsillo de los colombianos. Tal vez podamos decir que agrupación ninguno en la lid electoral pasada utilizó cuerpo armado para hacer campaña política, pero, igual tampoco participó alguna que educara apropiadamente a los trabajadores y al pueblo sobre las posibilidades de resolver sus angustias mediante las instituciones vigentes, que sólo prolongarán el atraso y sumisión a los amos del norte hasta tanto no se construya el partido de la clase obrera que ha de convocar, aglutinar y guiar a las demás clases antiimperialistas en un Frente Revolucionario por la toma del poder y no tras el trajinado cambio de inquilino en la Casa de Nariño.

Cuatrienio por empezar que, con el remoquete de izquierdista y con el inveterado cuento de resolver las acuciantes necesidades populares, se insinúa como el más alcabalero de la historia republicana.

lunes, 1 de agosto de 2022

 

𝟚𝟠 𝕒𝕟𝕚𝕧𝕖𝕣𝕤𝕒𝕣𝕚𝕠 𝕕𝕖 𝕝𝕒 𝕞𝕦𝕖𝕣𝕥𝕖 𝕕𝕖 𝔽𝕣𝕒𝕟𝕔𝕚𝕤𝕔𝕠 𝕄𝕠𝕤𝕢𝕦𝕖𝕣𝕒 𝕊𝕒́𝕟𝕔𝕙𝕖𝕫

𝓓𝓮𝓭𝓲𝓬𝓪𝓻𝓮𝓶𝓸𝓼 𝓮𝓼𝓽𝓮 𝓫𝓵𝓸𝓰 𝓭𝓾𝓻𝓪𝓷𝓽𝓮 𝓮𝓵 𝓹𝓻𝓮𝓼𝓮𝓷𝓽𝓮 𝓶𝓮𝓼 𝓭𝓮 𝓪𝓰𝓸𝓼𝓽𝓸 𝓪 𝓶𝓸𝓼𝓽𝓻𝓪𝓻 𝓵𝓪𝓼 𝓮𝓷𝓼𝓮𝓷̃𝓪𝓷𝔃𝓪𝓼 𝔂 𝓿𝓲𝓰𝓮𝓷𝓬𝓲𝓪 𝓭𝓮𝓵 𝓹𝓮𝓷𝓼𝓪𝓶𝓲𝓮𝓷𝓽𝓸 𝓭𝓮 𝓕𝓻𝓪𝓷𝓬𝓲𝓼𝓬𝓸 𝓜𝓸𝓼𝓺𝓾𝓮𝓻𝓪 𝓢.


𝟏- 𝐈𝐧𝐟𝐚𝐧𝐭𝐢𝐥𝐢𝐬𝐦𝐨 𝐢𝐳𝐪𝐮𝐢𝐞𝐫𝐝𝐢𝐬𝐭𝐚, 𝐩𝐚𝐫𝐭𝐢𝐜𝐢𝐩𝐚𝐜𝐢𝐨́𝐧 𝐞𝐥𝐞𝐜𝐭𝐨𝐫𝐚𝐥 𝐲 𝐜𝐫𝐞𝐭𝐢𝐧𝐢𝐬𝐦𝐨 𝐩𝐚𝐫𝐥𝐚𝐦𝐞𝐧𝐭𝐚𝐫𝐢𝐨‧ 
𝟐-𝐂𝐚𝐫𝐚𝐜𝐭𝐞𝐫𝐢𝐳𝐚𝐜𝐢𝐨́𝐧 𝐝𝐞 𝐥𝐚 𝐬𝐨𝐜𝐢𝐞𝐝𝐚𝐝 𝐂𝐨𝐥𝐨𝐦𝐛𝐢𝐚𝐧𝐚 y 𝐜𝐥𝐚𝐬𝐞𝐬 𝐬𝐨𝐜𝐢𝐚𝐥𝐞𝐬 𝐞𝐧 𝐂𝐨𝐥𝐨𝐦𝐛𝐢𝐚 
𝟑- 𝐂𝐚𝐫𝐚𝐜𝐭𝐞𝐫𝐢𝐳𝐚𝐜𝐢𝐨́𝐧 𝐝𝐞𝐥 𝐏𝐚𝐫𝐭𝐢𝐝𝐨, 𝐝𝐞𝐥 𝐅𝐫𝐞𝐧𝐭𝐞 𝐔́𝐧𝐢𝐜𝐨 𝐲 𝐝𝐞 𝐥𝐚 𝐑𝐞𝐯𝐨𝐥𝐮𝐜𝐢𝐨́𝐧 𝐂𝐨𝐥𝐨𝐦𝐛𝐢𝐚𝐧𝐚 
𝟒- 𝐅𝐫𝐞𝐧𝐭𝐞 𝐦𝐮𝐧𝐝𝐢𝐚𝐥 𝐚𝐧𝐭𝐢𝐢𝐦𝐩𝐞𝐫𝐢𝐚𝐥𝐢𝐬𝐭𝐚‧ 
𝟓- 𝐆𝐮𝐞𝐫𝐫𝐚 𝐲 "𝐩𝐚𝐳" 
𝟔- 𝐂𝐨𝐧𝐬𝐭𝐢𝐭𝐮𝐜𝐢𝐨́𝐧 𝐝𝐞𝐥 𝟗𝟏 𝐲 𝐫𝐞𝐜𝐨𝐥𝐨𝐧𝐢𝐳𝐚𝐜𝐢𝐨́𝐧 𝐧𝐨𝐫𝐭𝐞𝐚𝐦𝐞𝐫𝐢𝐜𝐚𝐧𝐚

miércoles, 29 de junio de 2022

 EL “GRAN ACUERDO NACIONAL” Y LA REFORMA TRIBUTARIA

No se hará con el pueblo, sino en su contra

Todos se están inscribiendo en el “gran acuerdo nacional”, convocado por el Presidente electo. Por aquí los gremios afinan sus directorios y presentan sus perentorios petitorios; por allí los electos al Capitolio reparten las mesas directivas y suavizan las diferencias programáticas; más allá los articulistas de prensa abundan en elogios. Como prometió Petro, nadie estará excluido del "gran acuerdo", la “vieja derecha” como la “nueva derecha” o “progresismo”, era de esperarse, coinciden en lo fundamental que no es otra cosa que garantizarles a las clases dominantes réditos conforme a sus negocios ¡𝒑𝒐𝒓𝒒𝒖𝒆 𝒔𝒊 𝒂 𝒍𝒐𝒔 𝒎𝒂𝒈𝒏𝒂𝒕𝒆𝒔 𝒍𝒆𝒔 𝒗𝒂 𝒃𝒊𝒆𝒏, 𝒂𝒍 𝒑𝒂í𝒔 𝒕𝒂𝒎𝒃𝒊é𝒏! Y todos saben lo importante de  aprovechar la “luna de miel” que sigue al vencedor (antes que las masas despierten de su letargo) y lo apremian para que nombre, antes que a nadie, al ministro de hacienda para que lidere el conciliábulo que ha de presentar la Reforma Tributaria cuya urgencia no han podido esconder los enviados de los parasitarios organismos financieros mundiales y los agentes del Tesoro Norteamericano quienes por adelantado lanzan al nuevo gobierno sus mensajes apocalípticos en formato de "calificaciones del riesgo", "caídas de bolsa", "incertidumbres del mercado", "sube y baja del precio del dólar", etc. con los que se presiona el camino a seguir y el articulado a escribir.

      Tal como se promueven todas las reformas tributarias, Gustavo Petro adoba la “suya” como esa que ha de pagar los que más tienen (4.200 ricos, dice) y que servirá para repartir entre los más necesitados; como si la experiencia no enseñara que es al revés. No nos engañemos, también esta vez los impuestos saldrán mayoritariamente del bolsillo de los otros 45 millones de colombianos laboriosos y servirá para reponer los déficit fiscales acumulados por el despilfarro, la corrupción y toda esa gobernanza improductiva al servicio de los privilegiados de esta “vetusta República”, que ahora Petro y los petristas llaman democrática por el sólo hecho de salir a su favor los guarismos electorales. ¡𝑸𝒖𝒆 𝒂𝒑𝒖𝒓𝒆𝒏 𝒔𝒖 𝒓𝒆𝒅𝒂𝒄𝒄𝒊ó𝒏 𝒚 𝒂𝒑𝒓𝒐𝒃𝒂𝒄𝒊ó𝒏¡ no sea que  la esperanza forjada el 21 de abril del 2021 nuevamente insufle en los desposeídos y renazca la consigna ¡𝒏𝒐 𝒑𝒂𝒔𝒂𝒓á! que diera al traste con  los $24 billones de Duque y Carrasquilla y con doble razón, la rebeldía popular haga lo propio con los $55 billones de Petro; por encima incluso del inconveniente de oportunidad entre la una y la otra: Duque ya “gozaba” del desprestigio en todos los estratos de la población; Petro, en cambio, apenas empieza su “luna de miel” con un "acuerdo nacional", que además de convocarse con ese y otros objetivos igual de perversos, incluye a los grandes medios de comunicación que desde ya habrán de ocuparse de agraciarle la imagen a la pareja electa: montando espectáculo sobre cosas insubstanciales (vivir sabroso), ayudándole a hilvanar su sartal abstracta (amor, vida, paz, violencia, democracia, justicia social) y la jactanciosa retórica en materia de género, medio ambiente, racismo, etc., a la vez que le disimularán o minimizarán las consecuencias para nuestro bolsillo por su política principal: Es la economía, estúpidos” {eslogan de campaña que en la presidencial de EE.UU(1992) le resultara tan eficaz a B.Clinton contra G. Bush}.

      Pues bien, le llegará al gobierno el final de su retórica abstracta y la hora de concretar; materializar como respondiera este martes 28 de junio el representante gringo al periodista que le preguntara sobre el informe final de la Comisión de la Verdad “esperamos que materialicen los derechos de las víctimas”. Igual aspiración tendrán los colombianos frente al montón de ofertas electorales: “esperamos que se materialicen las promesas de campaña”. Y ¿veremos justicia social? por el simple hecho de dialogar fraternalmente con las dos docenas de familias que han expoliado al país; o ¿veremos la paz?, como la de J.M.Santos, de la que no quedó sino el premio nobel, sentando a manteles a los violentos para parlotear de lo divino y humano. Esta vez, con Petro, ¿veremos las instituciones de represión esgrimiendo en calles y veredas, ya no armas, sino manuales de derechos humanos y de convivencia? con un pueblo satisfecho por tantos derechos ahora sí adquiridos. En fin, ¿se avecina el país de la abundancia de productos y derechos?, porque Petro descubrió en campaña electoral que el campesino, el trabajador, la mujer, el joven, la ama de casa,... etc., padecen lo que padecen sólo porque les faltaba un gobierno como el suyo, que si se las sabe todas, las resuelve todas. NO; la miel se agotará, la destorcida tal vez se tarde unos meses y el cúmulo de enseñanzas para enfrentar el porvenir se nutrirá de la falsedad “izquierdista”

 Adenda 1: El gabinete del cambio, al parecer, se compondrá de ex ministros de gobiernos anteriores. Y creando burocracia, mucha burocracia -en el tintero están la creación de tres ministerios adicionales: de la mujer, de la paz y de la seguridad ciudadana-. Reforma tributaria ¿para pagar también la burocracia surgida del acuerdo nacional?

Adenda 2: Por el momento, encontrarle oposición al nuevo Gobierno será como encontrar una aguja en un pajar.

Adenda 3: A Petro, como a todo al progresismo o nueva derecha latinoamericana, las oligarquías y la jerarquía del Norte les han entregado las llaves de las casas presidenciales -convertidas en estaciones de bomberos- con el fin de que impidan el incendio del patio trasero; sus inquilinos, entonces, fungen de bomberos. Falta ver que la manguera les alcance. 

miércoles, 18 de mayo de 2022

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 PROGRAMA ELECTORAL EN BUSCA DE UN CANDIDATO COMPROMETIDO CON LA CONSTRUCCIÓN REVOLUCIONARIA DE UNA SOCIEDAD DE NUEVA DEMOCRACIA

 Nueva Democracia de obreros, campesinos pobres, pequeña burguesía de la ciudad y el campo, comerciantes, sectores informales y burguesía nacional antiimperialista.

 JUSTIFICACIÓN*

 Desde los centenarios tiempos de la desmembración de Panamá (1902), las posibilidades de que nuestro país se inscribiera en el concierto de las naciones desarrolladas, se han visto obstruidas por la intervención norteamericana en la definición de nuestros más cruciales asuntos. Durante muchos años se constituyó como tradición que cada cierto tiempo nos visitaran misiones extranjeras que diagnosticaran el país e indicaran a la sumisa oligarquía gobernante las políticas y los modelos que se debían aplicar para, supuestamente, redimirnos del atraso y encaminarnos por rutas de progreso y bienestar. Hace más de 12 lustros, al compás de la batuta de Lauchlin Currie, ingresamos en la era de los "planes de desarrollo", con el resultado evidente de que no hemos podido desarrollarnos, a cambio, nos encontramos atenazados por una asfixiante y creciente deuda externa que ha servido de instrumento para que los organismos internacionales creados para servir a los intereses norteamericanos, entre ellos FMI, Banco Mundial, BID, OCDE impusiesen sí o sí esquemas y políticas contrarias al interés de la nación y de los trabajadores.

 Como resultado, jamás hemos podido contar con una industria manufacturera que combine la producción de bienes de consumo, intermedios y de capital, en una estructura equilibrada entre empresas livianas, medianas y pesadas. Por el contrario, el raquítico desarrollo de la industria nacional se ha visto alentado y patrocinado por la intromisión del capital monopolista y las mercaderías extranjeras. En el campo, la concentración de la tierra en pocas manos y su marginación de las faenas productivas han impedido que la gran masa campesina acceda a la propiedad de la tierra ni la producción agraria se desarrolle; tampoco los campesinos han contado con adecuados programas de crédito, asistencia técnica, precios de sustentación ni garantías de comercialización. De esa manera, los dos pilares del desarrollo material y económico de cualquier nación -la industria y la agricultura- se han visto seriamente entrabados, con graves consecuencias para el progreso económico y el bienestar de la población. Las gentes del campo, año tras año, emigran a la ciudad buscando mejorar su calidad de vida, pero, en las urbes sin industria adonde vincularse, terminan engrosando los cordones de miseria, desempleo e informalidad y viviendo crueles escenarios de violencia.

 Los sucesivos gobiernos de la llamada era neoliberal 1990-2022 ahondaron las ya difíciles circunstancias, en las que se desenvolvía el proyecto de constituir de Colombia, un estado-nación. Y el imperialismo norteamericano que hace 32 años se encontró  con la buena nueva  del colapso de la Unión Soviética (URSS) -su rival en la llamada Guerra Fría- aprovechó la ocasión para recomponer a su favor un nuevo orden mundial y, entonces, América Latina y particularmente Colombia fueron blanco de una arremetida expoliadora sin precedentes, para la que se vieron en la necesidad de trastocar todo el orden jurídico vigente desde 1886 y acomodar uno nuevo que, primero, validara la sarracina que se avecinaba y, segundo, conjurara la probable resistencia de los afectados.

CONSTITUCIÓN DEL 91: demagogia a la vista, recolonización subyacente 

 En medio de una pantomima que incluyó xenofobia generacional, campaña de desprestigio contra las tradicionales organizaciones políticas, gremiales y sindicales, séptima papeleta, tumultos intimidatorios ante las no tan “altas cortes”, revocatoria del congreso y “Congresito” sustituto, se promulga en 1991 una nueva Constitución, la que, de una parte y para hacerla atractiva a los incautos, reconoce con demagogia altisonante supuestos nuevos derechos y de otra parte, garantiza jurídicamente la implementación del proyecto recolonizador de los Estados Unidos. La Nueva Constitución es el marco ordenador de la entrega del patrimonio nacional mediante la privatización de empresas y bienes estatales, del desmonte de las ya débiles barreras a la circulación de capitales y mercancías para que las foráneas invadieran nuestro mercado, de las reformas para abaratar la mano de obra y desmontar conquistas de la población en salud, pensiones, servicios públicos, etc., convirtiendo de paso estas actividades en negocios lucrativos en manos de los afortunados de siempre y grupos afectos al inquilino de turno en la Casa de Nariño. A ellas se sumaron posteriormente otras reformas como la financiera, judicial y tributaria y, pieza crucial del esquema aperturista: la privatización de los entes estatales que cumplían funciones estratégicas como las telecomunicaciones o de apoyo a la producción como el Instituto de Fomento Industrial (IFI) y la Caja Agraria. Pronto el país quedó “inserto” en el llamado mundo globalizado, eufemismo tras el que encubrieron la ofensiva recolonizadora del imperio del Norte.

 Uno tras otro, los gobiernos de la oligarquía se dieron a la tarea de desarrollar los nuevos principios y mandatos constitucionales: abriendo el país a los capitales y mercancías extranjeras, privatizando el patrimonio público, desmontando las conquistas obreras, las actividades productivas del estado y las empresas de apoyo a la producción agraria e industrial, persiguiendo a las organizaciones políticas, gremiales y sindicales que tuviesen algún entronque con la nación y el pueblo y, reprimiendo violentamente la resistencia de las masas. De otra parte, nada de lo prometido durante la parafernalia montada para imponer la nueva constitución se ha cumplido: la violencia cobra más víctimas a la par que promueven diálogos de paz; ni el país ni las empresas colombianas se insertaron en los mercados internacionales, pero el mercado nacional sí fue bazar fácil para las multinacionales, mientras que las empresas autóctonas fueron rebajadas a maquiladoras, minimizadas o quebradas. Con burócratas de nueva generación  formados en Harvard y Los Andes se generalizó la corrupción y el despilfarro; la ineficiencia estatal y empresarial en vez de superarse se extendió a todos los renglones de la vida nacional; en fin, todo se ha deteriorado: la calidad de la educación, de la salud y la seguridad social, de los servicios públicos, la vida en el trabajo, la vida en el campo, la vida en familia, el empuje de la juventud y peor aún, cada gobierno, aunque despedido con rechiflas, ha cedido porciones adicionales de la exigua soberanía patria. En un examen a los gobiernos de Gaviria, Samper, Pastrana, Uribe Vélez, Santos y Duque lo primero que salta a la vista es su rol natural de mandaderos de los intereses norteamericanos, del gran capital y de los grandes terratenientes. Ahora bien, cada que se convoca elecciones para cambiar al inquilino de la Casa de Nariño, los candidatos, sin excepción y enumerando de memoria una a una las calamidades del momento, se esmeran en promesas para remediarlo todo !como si fuera posible¡ dejando incólumes las trabas, las causas y a las clases responsables de las desventuras de los desposeídos.               

 A los avatares de la economía comunes a todos los países latinoamericanos, a Colombia se agrega los nocivos efectos de la violencia y el terrorismo presentes en la vida nacional desde mediados del siglo pasado, transitando diversas fases enmarcadas en la evolución de nuestra reciente historia. Primero tuvo que ver con la violencia política de los años cincuenta, posteriormente, en los sesenta, se entroncó con el auge de la teoría del “foco guerrillero”, dogma en el que aún se persiste no obstante los descalabros para los propios extraviados y la población en general. De finales de los setentas hasta el noventa, la violencia tuvo relación con la ofensiva socialimperialista soviética en procura de desplazar a Estados Unidos como potencia hegemónica y, en los cuatro últimos decenios, una fuente adicional de violencia ha estado ligada al fenómeno del narcotráfico con sus propios vejámenes: concentración mayor de la propiedad rural por el despojo a los campesinos, deterioro del medio ambiente, fortalecimiento económico y militar de agrupaciones fuera de la ley y un enorme entramado de corrupción y degeneramiento de las instituciones, incluido el aparato castrense. Después de 50 años, a este fenómeno no se le ve solución, sencillamente porque lo que interesa a Estados Unidos es persistir en su farisaica “lucha contra el narcotráfico” en la que, mientras  los colombianos ponen las víctimas y la materia prima, bancos y magnates gringos se embolsillan la suculenta millonada que genera el consumo de estupefacientes comercializados en la metrópoli, y por sobre todo se profundiza la intromisión yanqui mediante las agencias CIA, DEA, FBI, al punto que hoy nos vigilan desde 7 bases militares en nuestro territorio.

 Y para completar, las batallas democráticas y patrióticas de los colombianos se han visto entrabadas por la intensificación del secuestro, la extorsión o el terrorismo. La oligarquía colombiana, de su parte, justifica muchas de sus acciones represivas contra la población por la existencia del problema guerrillero, a la vez que los alzados en armas explican sus equivocados y perversos métodos invocando la injusticia y las tremendas desigualdades.

NI GUERRA NI PAZ

 Luego de la ofensiva militar de Uribe Vélez en sus dos cuatrienios (2002-2010), aunque diezmadas y políticamente desprestigiadas, las guerrillas no fueron liquidadas según lo prometió el mentor de la “seguridad democrática”; desde las élites dominantes, entonces, se instruye al presidente J.M. Santos para que reemplace la “solución militar” por la “solución política” y la desmovilización vía negociaciones. El proceso, después de “ires y venires” profusamente publicitados que incluye la victoria del “No” en un plebiscito sobre lo acordado en la Habana, concluye con la firma en noviembre de 2016 de un voluminoso documento -para que nadie lo lea- entre el gobierno de Santos y las Farc, que al día de hoy, 5 años después, sigue la controversia entre quienes defienden lo pactado y reclaman su cumplimiento vs quienes se le oponen en cabeza de Uribe Vélez, con argumentos tales como que “es costoso para el fisco nacional, que el tribunal de justicia paralela (JEP) está pensado para dejar impunes delitos de lesa humanidad, que no tiene herramientas para que los victimarios reparen las víctimas ni para obligar a las Farc a la entrega de bienes obtenidos mediante el delito”.

 Unos y otros, defensores y opositores, no han podido ocultar las maquinaciones electorales detrás de sus “diferencias”. Lo cierto es que, pretender paz en un país donde no hay guerra sino violencia contra el pueblo, tal proceso negociador en sí y los acuerdos no podían ni estaban pensados para acabar con esta, en cambio logró una maquillada, Nobel de paz incluido, a la oscura historia de este régimen antipopular y proimperialista, encubriendo su carácter, su raíz oligárquica y terrateniente que nació y se consolidó, se alimenta y sobrevive mediante la violencia contra los trabajadores y el pueblo. Desde los luctuosos años de la llamada “violencia partidista”, desatada tras el asesinato de J. E. Gaitán (1948), difícil encontrar un período más azaroso para la población que estos posteriores a los “acuerdos de paz”.

 EL GOBIERNO CONTINUISTA DE IVÁN DUQUE: pandemia, resistencia civil

 “El que dijo Uribe Vélez”, Iván Duque, gana las elecciones del 2018 en medio de una controversia sobre los acuerdos de paz que aún le era favorable al ex presidente y su partido Centro Democrático, más la ventaja que les significó encontrar en la Casa Blanca a Donald Trump con quien coincidieron en holgada dosis doctrinaria. No obstante, estos ya no eran tiempos de garrote sino de zanahoria, la oligarquía y el imperialismo han optado por persistir en el desvalijamiento del país según los cánones de la convivencia pacífica, de tal suerte que los negocios fluyan con cierto aval de los desvalijados. Así que los dos primeros años del mandato de Duque transcurren con fuerte “oposición” pero en aspectos secundarios y relacionados con la implementación de los acuerdos de paz sin que se le cuestionara la continuidad del modelo aperturista que somete la economía nacional a los tejemanejes especulativos y financieros de Wall Street. Son tiempos en que, además, los países desarrollados y sus magnates afinan la retórica ambientalista para convencer a sus súbditos de la necesidad de sustituir, por contaminantes, las energías provenientes de los fósiles (gas, carbón y petróleo) por otras que denominaron limpias; El gobierno de Iván Duque consecuente con los deseos de la metrópoli, pretende ser cabeza en la región en esa sustitución, arrebatándole, de paso, la bandera al “izquierdismo”-nueva derecha o progresismo neoliberal- cuyas cúpulas, rehuyendo a las categorías de la omnipresente lucha de clases, claman ahora por enmiendas que humanicen al régimen capitalista, depredador por naturaleza.

 Pero otro sentimiento prospera entre la juventud y los trabajadores que agobiados de necesidades alzan la voz y, por encima del querer de sus dirigentes, se convocan a las calles desde noviembre de 2019, siendo abril, mayo y junio de 2021 meses de ejemplar empuje de la rebeldía que pone en aprietos las medidas anti pandemia del gobierno y deja entre los los colombianos la perspectiva de nuevas jornadas de resistencia en el inmediato futuro, asimilando, ojalá, la adversa experiencia por la que los adictos a la concertación incrustados en las centrales obreras y gremios estudiantiles hicieran abortar la movilización en pleno furor y capitular hasta ceder la respuesta a las demandas populares en manos de las instituciones contra las que precisamente se insubordinan los desposeídos. La movilización popular, en las proporciones dadas en este cuatrienio, había estado ausente hace ya 30 años en los que al socaire de la nueva Constitución se anestesiara al pueblo con la “paloma de la paz”. Las cúpulas sindicales y populares pretenden ignorar la necesidad de la lucha por la liberación y autodeterminación nacional si se quiere encausar al país hacia el desarrollo, en cambio, se embelesan con concertación, paz, derechos humanos, indigenismos, ecologismos, feminismos y otros ismos con tal de negarse al debate que ha de definir la organización, tácticas y estrategia requeridas para enfrentar hasta suprimir este estado oligárquico servil a los intereses extranjeros, en el que montones de derechos y aspiraciones son meros enunciados: las penurias del pueblo “no radican en la ausencia de derechos, sino en el poder que los refrenda”. Así pues, el año 2021 tan prometedor, dada la resistencia civil, la mal llamada dirigencia popular no estuvo a la altura de los acontecimientos y, en la práctica, optó por abandonar a su suerte a los insubordinados.

 Por su parte, la pandemia, de la que aún no salimos, encontró a los colombianos en un alto grado de vulnerabilidad a consecuencia precisamente de las medidas aperturistas de estos últimos 30 años. La salud como negocio no pudo prevenir el masivo contagio ni la atención a los enfermos -su objetivo es la máxima ganancia no la salud-. El aparato educativo sin las herramientas técnicas y financieras para asumir la “virtualidad” dejó a los estudiantes sin aulas y sin oficio en la casas, expuestos a toda clase de riesgos; una raquítica economía con casi el 60% de la fuerza laboral sumida en la informalidad y obligada a recluirse en sus precarias residencias exacerbó la miseria, la violencia y los ánimos; la economía de servicios y turismo que predomina por sobre las actividades productivas propició una avalancha de cierres y quiebras en el conjunto de las llamadas micro pymes, en las que el desempleo fue la peor tragedia; en fin, las arcas estatales, dedicadas en alto porcentaje a pagar deuda externa y presupuesto de defensa, debieron buscar créditos elevando la deuda al 53% del PIB y al gobierno de Duque creyendo que podía pagarla asaltando el bolsillo de los colombianos con una reforma tributaria en plena pandemia que, sin embargo y afortunadamente tuvo su respuesta con el llamado “estallido social”, preludio de mejores tiempos para el movimiento popular.   

 EL PANORAMA INTERNACIONAL

 Debe esperarse que en períodos electorales los candidatos asuman el debate sobre los temas que los colombianos necesitan entender y enfrentar, porque repercuten sobre la nación y sus intereses. De ellos, los eventos internacionales son parte crucial, pero esta vez el tema está ausente o a lo sumo se parafrasean meras abstracciones, bajo la presunción de que a los candidatos les influye negativamente en la cauda electoral. El caso más relevante en la actual coyuntura internacional, está determinado por las apremiantes aspiraciones hegemónicas y expansionistas de los Estados Unidos (país desesperado y belicoso por su decadencia), razón por la que es preciso convocar a los pueblos del mundo, incluida Colombia, a unir esfuerzos para derrotarla. Países, gobiernos y pueblos como Venezuela, Cuba, Nicaragua, Siria, Irán, China y Rusia desde hace años se vienen resistiendo a los planes expansionistas de Estados Unidos y, ahora que Vladimir Putin no aguantara más las provocaciones de la OTAN gringa y decidiera confrontar en Ucrania la avanzada militar en contra de la Federación Rusa, nadie en campaña le informa con claridad a sus electores sobre tan transcendental evento y, menos aún, asume posición al lado de la resistencia antiimperialista. De resultar avante la potencia hegemonista en esta coyuntura, la soberanía de Colombia sufrirá menoscabo adicional y nuestras penurias, que tanto manosean los candidatos en campaña, en vez de mitigarse se agravarán.


                                                                  EL PROGRAMA 

 1- Luchar por la soberanía económica, política y la autodeterminación nacional

Superar el atraso y alcanzar el progreso y desarrollo nacional, pasa por la expulsión del imperialismo norteamericano que ha sojuzgado a nuestro país y así mismo enfrentar hasta su total derrota de las clases gobernantes -oligarquía y grandes terratenientes- que permitieron, facilitaron y se han lucrado con la dominación extranjera.

Pugnar por la anulación de los convenios y tratados internacionales, deudas y pactos militares que lesionen la soberanía nacional. Abogar por relaciones diplomáticas, comerciales y culturales con todos los países del mundo en base a la igualdad, respeto mutuo y beneficio recíproco.

 2- Defensa de la producción nacional

Afectada, entre otros, por los privilegios otorgados a los monopolios extranjeros que se han tomado el mercado interno y por las medidas aperturistas impuestas por el FMI y demás organismos financieros multilaterales.

Materializar el estímulo y aumento de la producción nacional de acuerdo a las necesidades del pueblo mediante el apoyo a la pequeña y mediana industria, control estatal del comercio exterior y los sectores fundamentales de la actividad económica, la planificación de la economía, confiscación de toda clase de monopolios, nacionalización sin indemnización de la banca, nacionalización de los recursos naturales y derogatoria de la deuda externa.

 3- La tierra para el que la trabaja

Luchar por la realización de una reforma agraria democrática que, en base a la confiscación de la gran propiedad terrateniente, entregue la tierra a los campesinos y a las comunidades indígenas que la trabajan y, los provea de crédito fácil, maquinaria agrícola, control a los insumos importados, servicios de salud, asistencia técnica y garantía de comercialización de la producción campesina.

 4- Por una cultura nacional y científica al servicio del pueblo colombiano

Promover una reforma a la educación de contenido popular y democrático que estimule la investigación científica y el florecimiento de una cultura al servicio de los intereses supremos de la liberación nacional. Respaldar a los estudiantes, maestros, profesores y a todo el pueblo colombiano en la lucha por una enseñanza estatal, obligatoria y gratuita; por la ampliación del presupuesto para la educación y la elevación del nivel de vida de los educadores; contra toda intromisión académica y financiera de las instituciones reaccionarias e imperialistas...

 5- Pugnar por la instauración de un modelo de Seguridad social integral, universal y solidario a cargo del estado.

Lograr lo anterior implica la erradicación del lucro privado en la prestación de los servicios de salud y seguridad social, eliminando los fondos privados de pensiones y cesantías, las promotoras de salud (EPS) y las administradoras de riesgos profesionales (ARS) y en su remplazo, constituir a cargo del estado las respectivas entidades públicas que garanticen atención calificada de los diferentes riesgos y contingencias y les brinde cobertura a todos los colombianos.

 6- Apoyar la lucha de los trabajadores y el pueblo.

Conquistar la plena vigencia de las libertades democráticas y las garantías ciudadanas, el respeto al derecho de organización popular, de reunión, movilización y libre expresión para el pueblo

Respaldar las luchas de los trabajadores por mejores condiciones de vida y de trabajo; por la igualdad de derechos para las minorías indígenas, en defensa de sus tierras e intereses.

Apoyar la lucha de la clase asalariada por los derechos de organización, contratación colectiva y huelga, respaldar el proceso de unidad del movimiento sindical independiente, por agruparse en una gran central obrera unitaria que aisle las direcciones patronales y gobiernistas.

Condenar las medidas laborales, tributarias, privatizadoras, represivas y antidemocráticas del gobierno gran burgués terrateniente.

 7- La lucha de la mujer por el derecho a vincularse a la producción, a la actividad social, política, cultural y deportiva. 

Garantizar esta igualdad concediendo a la mujer los mismos derechos que al hombre en materia de trabajo, salario, descanso, seguridad social y educación; el estado materializará el ejercicio de tales derechos mediante la construcción de una extensa red de guarderías, hogares infantiles, comedores y lavanderías populares.

 8- La construcción de un Estado de nueva democracia

Convocar a la clase obrera, campesinos pobres, pequeña burguesía de la ciudad y el campo, la burguesía media y nacional, comerciantes y demás sectores informales y desempleados a instaurar mediante la vía revolucionaria, una nación de Nueva Democracia que represente sus intereses y construya una República Popular soberana, con auténtica democracia y economía próspera en marcha al socialismo.

 9- Unidad con todas los pueblos que luchan por su soberanía y autodeterminación nacional.

Solidaridad con todos los pueblos que luchan contra la opresión extranjera.

Condenar las sanciones, bloqueo económico, intimidación y agresión contra los países que se resisten a las pretensiones hegemónicas y expansionistas del imperialismo norteamericano.

Promover una auténtica cooperación económica latinoamericana, sin coacción ni imposiciones del capital extranjero y, de conformidad con la construcción de la patria grande latinoamericana.

 10- Insistir en un ambiente de controversia civilizada y condenar la violencia contra el pueblo.

Rechazo a los propósitos de introducir la coacción, el terrorismo o el asesinato como herramientas de las lides partidistas.

Condenar la violencia en contra de las poblaciones indígenas y campesinas. Rechazar la represión oficial contra líderes sociales, estudiantes y juventudes. Solidaridad con las luchas populares en Resistencia Civil.

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Expuesto lo anterior y de existir en la actual contienda electoral un candidato a la Presidencia de la República dispuesto a promover entre los colombianos un programa como el presente !convocamos a todos los electores para que en las urnas le den su respaldo¡

* Actualización a mayo de 2022 del documento escrito en el año 2003 por el camarada Iván Toro López (memoria eterna)

 Colectivo Moir, Resistencia Civil, Boyacá, mayo de 2022

jueves, 12 de mayo de 2022

ELECCIONES, ¿PARA QUÉ?

“Mientras no tengamos fuerza para disolver el parlamento burgués, debemos actuar contra él desde afuera y desde adentro”. Lenin

La respuesta callejera más común a este interrogante es que las elecciones para nada sirven, que con o sin mi voto nada va a cambiar, que todo seguirá igual, que igual tengo que trabajar, etc. Tal vez ello explique la abstención superior al 50% del censo electoral, históricamente registrada en Colombia. Mientras la mitad o más de los electores desdeñan las mesas de votación intuyendo, con razón, que todo seguirá igual, la otra mitad acude aspirando a que ciertos resultados les proporcione algún dividendo en su particular condición de vida plagada de necesidades. Unos y otros, soportarán hasta el día señalado discursos repetitivos y estridencias artificiosas al estilo de: está a punto de cambiar la historia, estas justas democráticas son históricas, en estas se juega la suerte del país, es la fiesta democrática que definirá nuestro futuro. Así mismo, a los candidatos habremos de escucharles su vacua monserga-abstracciones sin sustancia- con la que creen cautivar a los electores: cambiaré las formas de hacer política, haremos un nuevo país, el país que queremos  y a continuación las consabidas promesas y fórmulas con las que “remediarán” todos los males del país. El dirigente revolucionario (marxista leninista) Francisco Mosquera S.(1943-1994) advertía “el que en elecciones no promete, tampoco tiene votos. En esta campaña, los aspirantes a cualquier curul, a falta de programa -en el sentido estricto del vocablo-  coinciden en “luchar” contra la corrupción y, si se hiciera el ejercicio de ajustar un programa a partir de sus intervenciones públicas, hallaríamos sin sorpresa que en el fondo todos prometen similares e insustanciales barnizadas a la República, sin remover un cisco de las trabas que han impedido el desarrollo de la nación.

En escenarios más instruidos, es normal escuchar que las elecciones son una farsa y !vaya que tienen razón! si lo explicamos en por lo menos dos aspectos: Uno, las clases dominantes y el imperialismo sólo permiten las “instituciones legalmente constituidas” y convocan elecciones sobre el entendido que sus intereses no están en juego o, en palabras del común “gane quien gane, les da igual”, el papel del ungido en las urnas será administrar y velar por aquellos intereses so pena de afrontar “consecuencias”; a su vez, y pese a las elecciones, las mayorías laboriosas continuarán cargando con las tribulaciones de siempre. Dos, las “cartas están marcadas” a favor del que más recursos disponga para la campaña. En cuanto a lo primero basta revisar la historia, en la que no es difícil explicarse como tal los golpes de estado contra gobiernos establecidos mediante elecciones y las tiranías instauradas para conjurar “insubordinaciones” a los mandatos de Washington. Sin ir tan lejos, Latinoamérica cuenta con ejemplos a granel; prácticamente no hay país de esta zona que en el transcurso del siglo XX no fuese agredido por los escuadrones del Comando Sur. En cuanto a lo segundo, resaltan los ingentes recursos que se utilizan por parte de las campañas y los candidatos, aún sabiendo que sus futuros ingresos no alcanzan para reponerlos; el que tiene “vara” con grupos económicos y la gran prensa participa con ventaja, lo mismo quienes cuentan con burocracia y mentores en el alto gobierno y los entes electorales. Los contendientes que no dispongan de testigos para vigilar cada una de las miles de mesas de votación y luego las instancias escrutadoras, han de aguantarse el resultado que les notifiquen. Las fuerzas revolucionarias, además de estas barreras, cuentan con la represión oficial a sus actividades, el silencio de los medios masivos de comunicación y la amenaza de grupos al margen de la ley; de ahí lo absurdo de creer que la izquierda revolucionaria ha de  calificarse según sus guarismos electorales; mejor atengámonos a la sentencia mosquerista “la revolución no tiene votos”, más aún hoy que los dueños de la farsa electoral la convirtiesen en espectáculo para la enajenación de muchedumbres.

Ahora bien, quienes profesamos el marxismo leninismo lo tenemos muy claro dadas las enseñanzas de los maestros del proletariado, concretamente Lenin, Mao tsetung y Francisco Mosquera de quien aprendimos: "es un deber de los comunistas utilizar las elecciones y la tribuna parlamentaria para esclarecer la conciencia de las masas, acabar con las ilusiones electorales y parlamentarias de los sectores atrasados y crear así condiciones para destruir las instituciones reaccionarias en las que se participa”. En estos cuatro renglones saltan a la vista los objetivos totalmente diferentes en la participación electoral de una agrupación revolucionaria; es una forma de lucha ante la carencia de condiciones indispensables para la demolición de las instituciones establecidas. Concurrimos aún sabiendo que tales instituciones sirven a las clases dominantes para oprimir al pueblo y no dejarán de hacerlo por más elecciones que convoquen. Participamos allí en los términos que ordena la Constitución, pero no negamos que queremos derogar tal Constitución y destruir tales instituciones. ¿Acaso en la actual campaña electoral hay algún candidato que le plantee a las masas tan necesarios criterios? En absoluto; a lo sumo denuncian mal funcionamiento de las instituciones y su decisión de ajustarlas a los estándares burgueses, reconociendo, en el fondo, que de ser elegido, su papel se reducirá a administrar y velar por los intereses de las clases dominantes. De una parte, los tradicionales partidos y sus dirigentes rivalizan por una curul: pensando en los beneficios del presupuesto público que allí se maneja y la ventaja de integrar los entes donde se toman ciertas decisiones, advertidos que desde el cargo o la curul tienen que retribuirles a los financiadores de su campaña y, buscando elevar el nivel de vida suyo, el de su familia y amigos. De su parte, centenares de miles de despistados votantes acuden a las urnas creyendo que de ganar este o aquel aspirante, sus penalidades cederán y las instituciones mejorarán.

Por el contrario, el provecho que una fuerza revolucionaria ha de sacarle a este interregno electoral en el que las masas -abstencionistas o no- tienen la atención puesta en la contienda, ha de medirse, rebasando otros objetivos, por la cualificación política y capacidad organizativa cosechadas para sus superiores proyectos de resistencia contra la opresión; Hagamos del debate electoral un cursillo que eduque a las masas” exhortaba Mosquera a sus partidarios en el lanzamiento de la campaña electoral de 1993. Esto es, educar a la población en la comprensión de la sociedad que le tocó vivir, dado que lo que a diario ve, escucha y lee se lo dictan sus propios verdugos en la gran prensa de propiedad de los privilegiados del régimen; quitarles la venda para que aprecien las ventajas de vivir en un nuevo estado bajo cuya tutela queden los recursos naturales básicos del país y los monopolios nacionalizados, la planeación económica y la salvaguardia de la soberanía nacional; un nuevo estado en el que el sector financiero -hoy agiotista y parasitario- sea puesto al servicio de los sectores productivos; un nuevo estado en que la tierra pertenezca a quienes la cultivan y, con producción campesina, los comercios se surtan antes de acudir a la importación de alimentos; un nuevo estado que le brinde condiciones a la manufactura nacional para la transformación de materias primas en suelo patrio, pasando por la producción bienes de consumo, hasta lograr a mediano plazo el desarrollo de la industria pesada. En fin, que la campaña sirva para educar a las masas en que las promesas de los politiqueros en trance electoral jamás serán cumplidas, porque de ante mano se necesita un estado soberano desatado de la coyunda imperialista que en los últimos 120 años nos ha impedido el desarrollo, un nuevo estado de obreros, campesinos y toda clase de productores decididos a confrontar a quienes persistan en tan dilatado pasado de la nación bajo dominio de la oligarquía y los terratenientes, recaderos del imperialismo norteamericano. Mosquera señaló sobre un cometido, vigente, en esta materia educar a las masas con sus consignas estratégicas de la creación de un partido revolucionario, de un frente único antiimperialista y de la necesidad de los instrumentos de poder real que le permitan al pueblo librar la lucha más elevada por la liberación nacional”. Si estos no son los propósitos electorales ¿para qué participar en estas elecciones? ¿Para ganarse el dudoso privilegio de administrarle la riqueza a los explotadores?¿Para “exculparse” durante los cuatro años siguientes por el incumplimiento de sus promesas?¿Para reprimir la resistencia de los estafados? ¿Para retocar la caduca República con ungüentos extraídos de la tan abarrotada miscelánea de Petro, Gutiérrez o Fajardo?

!Cuánto no hay para exponer y denunciar en tiempos electorales¡ Los privilegios estatales para los monopolios y familias poderosas, el manejo del estado según los “deseos” del Norte y de los prestamistas internacionales, las fechorías y maquinaciones de los detentadores del poder, los nefastos resultados de la apertura y la constitución por 30 años vigente, la raquítica economía nacional con más del 60% de la población trabajadora en desempleo e informalidad; la responsabilidad de los gobiernos y del estado por la miseria, la pobreza, la inseguridad, etc., como resultado de una larga centuria de gobernanza a favor de la minoría oligárquica, proimperialista y corrupta; esa minoría responsable de la opulencia de unos pocos y de la carencia de las mayorías; millones de trabajadores que se acuestan con hambre y sin poder dormir cenados a los suyos y, peor aún, con la incertidumbre de si su trabajo del día siguiente, de la semana siguiente, del mes siguiente le dará para el mínimo sustento, para el arriendo, el colegio, la cuenta de la tienda, la factura de los servicios; millones de muchachos sin estímulo alguno para llegar a casa, que se tumban a la cama sin incentivo para levantarse al día siguiente, sin qué hacer e incluso, en su entorno rechazados y responsabilizados de su sin oficio; chicos que día a día encaran la misma sin salida y que al frente sólo ven líderes y organizaciones corruptas, simples charlatanes, entidades y funcionarios que gastan y gastan sin solucionar nada; las instituciones de educación públicas deterioradas, mientras las privadas se llenan de dinero y de privilegios estatales; jóvenes obligados a llevar aquí abajo una vida de privaciones y prohibiciones, mientras allá arriba se acumulan privilegios y licencias; miles de familias campesinas que unas veces nada tienen que vender, otras, nadie quien les compre el fruto de un trabajo agotador, mientras que deben mercar en estantes abarrotados con alimentos extranjeros. Los sucesos internacionales hay que traerlos a colación en épocas electorales porque conciernen al futuro del planeta. Hoy, las gentes deben saber, entender y alegrarse por la caída en picada de la hegemonía estadinense; deben apreciar la resistencia de pueblos y países contra las pretensiones expansionistas yanquis, conocer del ascenso de la economía e influencia euroasiática, de la necesidad de la resistencia popular y su encausamiento hacia la abolición del estado opresor y la construcción de otro de obreros campesinos, trabajadores en general y productores de la ciudad y el campo, sin lo cual las promesas de campaña de los “petros, fajardos y ficos” son palabrería barata. Ocasión para recomendarles a ciertos integrantes del Pacto Histórico la relectura -por su vigencia- de la respuesta de Mosquera a Firmes, agrupación que invitaba a la unidad de la izquierda para las elecciones de 1980,“Una coalición que no recoja ni se guíe por las reivindicaciones económicas y políticas esenciales de las clases antiimperialistas y revolucionarias, especialmente en la hora actual, se torna sin remedio en la oposición de su majestad y como toda oposición en los sistemas de democracia burguesa, su triste papel será el de sugerir rectificaciones que ayuden a la buena gestión de las administraciones que combata, hasta conseguir algún día que los reales detentadores del Poder le permitan el privilegio de gobernar, en reconocimiento desde luego a no haberle pisado jamás ni un callo a la Constitución reinante” (Tribuna Roja N°35).

AUNQUE NO VOTEMOS, PARTICIPEMOS. Tal vez, no una sino muchas veces, nos encontramos frente a una baraja de candidatos sin que uno sólo de ellos cuente con la actitud y aptitud revolucionarias deseable. En lo transcurrido del siglo hemos tenido esa dificultad, vamos ha hacer campaña y tenemos programa pero, por uno u otro motivo, nadie de los que se lanzaron al ruedo está dispuesto a agitarlo o promoverlo. Queda la alternativa entre proclamar candidato a uno de los mentores del programa revolucionario, agitar el programa sin candidato o abstenerse en las respectivas elecciones. La abstención se descarta por principios, mientras que la participación depende de los recursos materiales y humanos que por lo general son escasos como para que el cursillo que eduque a las masas arroje resultados apreciables. Intentarlo es la obligación, como titulara el editorial de Tribuna Roja N°4 escrito por Mosquera (abril de 1972) Votar contra el sistema y ceñirse a la plataforma”.  En Colombia, la baraja presidencial de 2022, no deja dudas: en una esquina la vieja derecha y en la otra, la nueva derecha (“progresismo” o “izquierdismo”), diferentes matices para administrar la misma republiqueta de unas minorías parasitarias al servicio del imperialismo. “Progresismo” que acertadamente Francesc X. Ruiz C. en un artículo para la revista Rebelión titulara “Cuando la izquierda hace suyo el discurso neoliberal”, del que ya bastante hemos visto gobernando en Latinoamérica en lo corrido de este siglo.

A estas alturas de la contienda electoral, si algo extraordinario no se le ocurre a las masas, las clases dominantes ya unificaron criterios, sellaron su unidad y, uno de los dos punteros, a partir del 7 de agosto será instalado como inquilino de la Casa de Nariño.

De Federico Gutiérrez todos saben qué representa; los trabajadores y el pueblo fácilmente lo identifican con la vieja derecha continuista y responsable del desventurado país que tenemos. No sucede lo mismo con Gustavo Petro a quien presentan como de izquierda -aunque él reniega de esas categorías ideológicas-, pero lo que ha venido emergiendo en él y como tal abominable, es su disposición a lo que sea si la trae votos, a tal punto que cada vez que siente rechazadas su afirmaciones y propuestas, sin tardanza corrige para para ponerse al gusto del pensamiento predominante, que no es otro que el de las clases dominantes -oligarquía y terratenientes- expresado a través de los grandes medios y personajes influyentes del establecimiento bajo tutela norteamericana. Hasta qué sima ha llegado Petro que ahora se suma al sistema mediante acto legal notarial. Cobra vigencia aquella vieja expresión popular con esos amigos ¿para qué enemigos?, últimamente convertida en Con esa izquierda ¿para qué derecha?  y que bien puede extenderse a Con ese Petro ¿para qué Fico? ¿A quién asusta, pues, el favoritismo de Petro en las encuestas?

No sobra insistir, entonces, sobre la necesidad de establecer diferencias a la hora de participar en la contienda electoral: unos con método y criterio liberal reformista; otros, como enseñara Mosquera, “Entre otras modalidades de combate, participamos en las elecciones, no obstante los manipuleos antidemocráticos de las mismas, porque cualquier resquicio que nos otorguen u obtengamos para manifestarnos, lo utilizaremos en la agitación de nuestras ideas y en la organización de nuestras filas. Las reivindicaciones democráticas alcanzadas bajo el dominio expoliador no son el fin sino un medio en la marcha tras los objetivos revolucionarios, y nunca sacrificaremos los segundos por las primeras” (ibid., Tribuna Roja N°35).