Las mujeres al poder
pero “¿el poder para qué?”
«Cada trabajadora debe aprender a
administrar el Estado», Lenin
Las clases explotadoras
y opresoras, al igual que las clases explotadas y oprimidas se componen de
hombres y mujeres; así que las asalariadas y en general las trabajadoras no se
dejarán confundir, cuando ejemplos tienen por centenas de mujeres que han
asumido gobiernos y la dirección de grandes empresas y entidades, sin que por
ello las naciones, los pueblos y los trabajadores hayan superado las privaciones
creadas y fomentadas por sus pares hombres en los mismos altos cargos. Hoy el
FMI y el Banco Central Europeo tienen como cabeza principal mujeres, no por
ello o por ellas, tales entidades financieras multilaterales han cesado de imponerles
a los países del tercer mundo el yugo de sus condiciones y políticas
depredadoras a cambio de préstamos onerosos que con recursos nacionales y nuestros
impuestos tienen que ser sufragados. La soberanía de las naciones del ahora
llamado sur global está restringida, igual con estas damas que con sus antecesores hombres.
Algunas
de ayer: No es interés de este documento referirse a las
reinas y emperatrices de la época medieval, nos circunscribimos a los siglos XX
y XXI. Indira Gandhi gobernó la India (1966-1977 y 1980-1984), sin que la
miseria de millones de indios se redujera ni que, por encima de las
humillaciones patriarcales sobre la mujer, se dejara de venerar a las vacas
(porque así lo ordena la ley hindú). Golda Meir, sionista ella, fue primer
ministro de Israel (1969-1974) y durante su mandato, igual impulsó el desalojo
y despojo de tierra a los palestinos para entregarlas a sus compatriotas hebreos colonizadores. Margaret Thatcher,
primera ministra del Reino Unido (1979-1990) asumió el cargo convencida de que
la mala hora del Reino se mejoraba imponiendo a los trabajadores condiciones de
trabajo y de vida más onerosos; no dudó en ejercer la represión económica más
violenta conocida en ese país en las décadas precedentes, resultado: los
grandes empresarios mejoraron sus números mientras los salarios mermaban; la
desigualdad, la pobreza y el desempleo crecieron. ¡Qué no escribir¡ de la
recién fallecida reina de Inglaterra, Isabel II, cabeza de la enmohecida y
parasitaria realeza cuyo principal papel es político-ideológico: fomentar en la
mente de los pueblos -traspasando fronteras- la obediencia, sumisión y
conformismo ante las miserias infringidas por las clases explotadoras y
opresoras, justificando, de paso, su parasitismo, sus lujos, su impudicia, su
derroche y degradación.
Algunas
de hoy: Angela Merkel (canciller alemana desde 2005 a
2021) aunque pretendiendo a ratos darle a la mujer mayores oportunidades de
empleo, en medidas respecto de la población trabajadora no tuvo distinción
alguna con sus predecesores “Merkel
deja una Alemania que nunca ha sido tan rica, pero también nunca ha sido tan
injusta. Nunca ha
habido tanta distancia entre ricos y pobres, la clase media se ha ido
empobreciendo poco a poco, millones de jubilados sobreviven con pensiones de miseria,
falta mano de obra cualificada para la industria, hay graves problemas de
integración de los migrantes, y está muy por detrás del resto del mundo en la
carrera de la digitalización” … “Un tercio de los trabajadores tiene un trabajo
precario”, escribe en RTVE Gabriel Herrero, corresponsal de RNE
en Berlín. Y
sin pudor alguno reconoció haber engañado al mundo: recién declaró que firmó
los acuerdos de Minsk no para cumplirlos sino para darse tiempo de armar a
Ucrania y afiliarla a la OTAN tras los propósitos intervencionistas contra la
Federación Rusa. Ursula von der Leyen, también alemana, presidenta de la
Comisión Europea, salpicada ella por corrupción, es abanderada hoy para la
prolongación de la guerra en Ucrania mediante la aprobación y envío de toda
clase de armas al campo de batalla más los 10 paquetes de “sanciones”
económicas a Rusia.
Guardando proporciones,
análisis similar podría hacerse de las gobernantes latinas como Michele Bachelet
(Chile), Dilma Rousseff (Brasil) y Cristina F. de Kirchner (Argentina) para
nombrar las más importantes y, por cierto, representantes del llamado
“progresismo”. Estas damas no restituyeron un gramo de soberanía a tales países
ni la condición económica dependiente de los Estados Unidos, tampoco del atraso
centenario de su desarrollo ¿por culpa de
los hombres gobernantes?; la desigualdad, la pobreza de sus habitantes y la
explotación en mano de obra barata de las grandes multinacionales no amainó;
gobernaron privilegiando los intereses de las clases poseedoras y parásitas intermediarias
del imperialismo norteamericano, de contera, el currículum vitae de algunas de ellas está ligado a la corrupción con
los recursos del estado. Ni hablar de las gobernantes abiertamente golpistas,
acusadas de masacres a la población como la expresidenta de Bolivia, recluida
en prisión, Jeanine Ibáñez y la actual presidenta peruana Dina Boluarte.
Todas ellas gobernaron
en representación y defensa de los intereses de la burguesía dominante, en la que
se incluye a las mujeres de empresa, grandes propietarias y grandes accionistas;
los favorecidos no fueron los trabajadores que incluso perdieron capacidad
adquisitiva, mientras las ganancias empresariales se elevaron y se malgastaron
en lujos para los accionistas y directores ejecutivos (CEO) compuestos, por cierto,
de hombres y mujeres.
Al igual que en el
régimen nazi, donde también hubo mujeres despiadadas, participantes del
exterminio de las “razas inferiores”, hoy, en cargos de poder las hay con
iguales “cualidades fascistas” tipo subsecretaria de estado de los EE.UU.,
Victoria Nuland o la misma Hillary Clinton promotoras entusiastas, con hombres
del momento, de carnicerías humanas en África (Libia, Sudán, Eritrea…) u
Oriente Medio (Afganistán, Irák..)
Actualmente, en cerca
de veinte países, una mujer está a la cabeza del gobierno sin que sus
ejecutorias difieran sustancialmente de la de sus antecesores varones en favor
de los intereses de las clases poseedoras ni que la explotación sobre las
asalariadas tenga tregua. Bajo dirección de una mujer, Sanna Marín, Finlandia
acaba de aprobar afiliarse a la OTAN, esa agresora alianza militar fundada en
1949 con el objetivo de impedir que, a los intereses hegemonistas de los EE.UU.,
alguien se le atravesase.
Empoderadas
en las grandes compañías: La revista Forbes publica en su
lista de mujeres multimillonarias a 39 directoras ejecutivas, con riqueza
conseguida, como la de los magnates hombres: nunca por su trabajo, sino en base
a privilegios oficiales, la explotación de trabajadores y la especulación en
bolsa. Una característica de estas mujeres es que toda o parte de su fortuna
proviene de herencias de su cónyuge, padres o hermanos y por reparto en los
divorcios. Y es que, a ese nivel de clase, sí funciona debidamente el derecho
de la mujer al divorcio. En cuestión de derechos de la mujer, prácticamente ya
todos le fueron concedidos, pero sólo las mujeres de las clases poseedores los
pueden obtener, mientras que a las trabajadoras les ponen muchas trabas y acceder
a los mismos derechos significa lucha adicional y, tiempo y dinero para dirimir
sus pleitos en los estrados judiciales.
Ahora bien, el dicho
popular “de tras de cada gran hombre, hay
una gran mujer”, se utilizó para resaltar el trabajo en la sombra,
principalmente de las esposas de hombres importantes, pero igual, puede utilizarse
para descubrir el papel de las mujeres que al lado de sus jefes y maridos
colaboraron, se enriquecieron y se beneficiaron de sus felonías; allí casan
primeras damas, vicepresidentas, ministras, generalas, y todas aquellas que con
“gran esfuerzo” alcanzaron las cimas del poder, pero con “mínimo esfuerzo”, también
se hundieron, a los ojos del pueblo, en profundas y oscuras simas.
Y por supuesto hay
escritoras renombradas y famosas con sus respectivos seguidores, que exponen
con suma elocuencia el prontuario feminista. Y una mínima referencia de
deportistas y artistas que sin empacho exhiben ingresos sin que sus
improductivos trabajos los justifique, comparados, sobre todo, con los
miserables ingresos en extenuantes jornadas del resto de trabajadoras.
La participación
en política de la mujer, de la mujer trabajadora, no tiene por
qué extraviarse tras la obtención de altos cargos en el estado represor que, al
ejercerlo, la convierte en opresora, como los hombres que las feministas
aseguran combatir. Los pueblos necesitan partidos revolucionarios, sindicatos
clasistas, guías experimentadas en la lucha; la participación política de la
mujer ha de contribuir a la formación de organizaciones que se propongan
objetivos electorales absolutamente contrarios a los de las participantes
burgueses; las mujeres pueden y deben aspirar al parlamento, pero no para
avalar, defender ni fortalecer tal institución, sino para denunciar su abyecto relación
con el órgano ejecutivo, el rol demagógico frente a las masas laboriosas o, en
palabras de Francisco Mosquera “utilizar
las elecciones y la tribuna parlamentaria para esclarecer la conciencia de las
masas, acabar con las ilusiones electorales y parlamentarias de los sectores
atrasados y crear así condiciones para destruir las instituciones reaccionarias
en las que se participa”.